Para los que gustan de oir historias, que somos todos, he aquí una traducción de un cuento africano, una tribú de Costa de Marfil: los Baoulés.
Oigan cómo pasó esta historia que sucedió a los perros: cuando la tierra fue terminada, mientras que Dios descansaba un poco, su hermano Anagama quiso cocerse una comida. Pero no tenía fuego. Llamó a su alrededor pidiendo ayuda. Muy cerca de allí había dos perros, que acababan justo de ser creados. Les dice: " ¡corran y busquen fuego para mi!” Y los perros se fueron corriendo. Y, como corrían, vieron sobre su camino un plátano que andaba rodando por tierra. Uno de los perros le dice al otro " Sigue adelante, yo me encargo de devolver este plátano a su sitio," En menos tiempo del que hace falta para decirlo, se tragó el plátano, porque ya desde aquel tiempo, a los perros les gustaban las golosinas.
Volvieron juntos. El perro que obedeció traía el fuego en su hocico, y el otro, el que desobedeció, un plátano en su vientre. El perro que obedeció contó todo a Anagama, y éste dijo: “Desde ahora en adelante, habrá dos tipos de perros. Los perros salvajes vivirán en el desierto y no tendrán derecho a comer alimentos cocidos. Los perros domésticos, ellos, vivirán con el hombre y éste se ocupara de ellos.”
Desde entonces, así sucede. Y aquellos que conocen los perros saben que desde que se enciende una fogata el perro domestico se acerca y se acuesta delante. Un poco como si quisiese decir: “¡Me lo tengo bien ganado!”
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